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Los Incas Los Hijos del Sol
Manoa: la historia de un descubrimiento fantástico 
(2 Tomos)

Este libro en dos volúmenes, con sus descubrimientos, está destinado a cambiar nuestro conocimiento del mundo de ayer, de la historia precolombina y de ese extraordinario imperio inca cuyas vicisitudes siguen en gran parte envueltas por la bruma de la historia. Pero promete, sobre todo, causar un profundo impacto en el mundo actual y, tal vez, en el destino económico, social y político de regiones enteras de Sudamérica.

copertina VOLUME 1  LIBRO EL DORADO ARCHEOLOGICOLA STORIA DI UNA FANTASTICA SCOPERTA2.jpg

Tomo I:
El Dorado arqueológico

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copertina VOLUME 2  LIBRO EL DORADO MINERARIO STORIA DI UNA FANTASTICA SCOPERTA.jpg

Tomo II:
El Dorado minero

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VOLUMEN I: EL DORADO ARQUEOLÓGICO BREVE RESUMEN Todo gira — parece increíble — en torno a El Dorado. Un lugar, según la leyenda, rebosante de oro e inconmensurables tesoros. Desde el descubrimiento del Nuevo Mundo, ha sido motivo de obsesión y delirio para generaciones enteras de aventureros y exploradores, que en pos del "sueño dorado" han batido las montañas de los Andes palmo a palmo, recorrido las inmensas llanuras amazónicas y remontado los ríos de toda América del Sur. Una leyenda que se ha quedado — en eso — en leyenda, debido al fracaso de todas las expediciones que se han sucedido a lo largo del tiempo. Hoy, después de cinco siglos, esta leyenda es remplazada por una realidad inimaginable que supera con creces cualquier fantasía. Una verdad que Vittorio Binda, en este libro sensacional, se dispone a revelar, con datos y detalles precisos e indiscutibles: la ciudad de El Dorado existió realmente. Se llamaba Manoa y era la capital del Reino de Guayana, fundado por los incas entre el sur de Venezuela (Estado de Bolívar) y el noroeste de Brasil (Estado de Roraima). Esta ciudad perdida se encuentra en lo más profundo de la selva venezolana, no lejos de la frontera brasileña: una tierra salvaje e inhóspita que, según el Autor, constituye uno de los territorios más ricos del mundo en oro y diamantes, un auténtico El Dorado minero que los incas habían identificado y empezado a explotar. El descubrimiento no es fruto de una vívida imaginación, como sería fácil pensar, sino el resultado de un trabajo de investigación que el Autor ha llevado a cabo a lo largo de casi toda una vida. Nos acompaña con sus palabras, relatando y explicando cómo llegó a la localización de las ruinas de Manoa, la capital de El Dorado. Partiendo de un profundo conocimiento de la historia de los incas, el Autor sale en busca de un lugar que contuviera los tres elementos fundamentales para este pueblo andino: la presencia contemporánea de montañas y cuevas, consideradas estas sagradas y objeto de veneración (huacas), y la existencia de ricos yacimientos de oro, metal que para los incas tenía un altísimo valor simbólico y religioso. Como descubriremos, existe un lugar con estas características: se trata de una gigantesca meseta, atravesada por un vasto sistema de túneles y cavernas naturales, que se alza en una zona excepcionalmente rica en yacimientos auríferos y de diamantes. Existe, y se localiza en el corazón de la selva tropical de la Guayana venezolana. Obviamente, este razonamiento deductivo necesitaba ser confirmado. Y las confirmaciones fueron llegando poco a poco gracias a la inestimable y fundamental información proporcionada a Binda por varios nativos, que conocen como ningún otro las historias de aquellos lugares olvidados con el paso de los siglos y sepultados por la acción de una naturaleza implacable. Nosotros también conocemos a estos nativos, como si estuviéramos presentes en las discusiones y escuchásemos sus revelaciones. Como por ejemplo, las de un anciano Missayuq Kuna o Paqo (Pako) Kuna, sacerdote del pueblo Quero, la única comunidad andina que conserva aún intacta la antigua cultura de los incas. Así como las palabras de João Caçador, uno de los pocos supervivientes de la etnia Makú. Y, en especial la narración de un indio de la etnia Yekuana, Vicente Rodrigues Yurawana, que con su relato nos conduce, con gran precisión, a un vasto tepuy, una meseta oculta en el infierno de la selva tropical de la Guayana venezolana, que supuestamente contiene en su vientre un inmenso laberinto de túneles y cuevas y se encuentra dentro de un territorio extraordinariamente rico en oro y diamantes. Sería este un lugar protegido, según los yekuanas, por aguerridos guardianes, indígenas de baja estatura que se mueven por la selva con una agilidad y velocidad impresionantes, que hablan una lengua desconocida (¿el quechua?) para los demás indios de la región, que matan con mortíferas flechas de curare y que, según algunos, serían los guardianes de los secretos de los incas. También conoceremos, a través de relatos apasionantes y emocionantes historias, a los hombres que en un pasado reciente pudieron saber la ubicación exacta de Manoa, la capital de El Dorado, algunos acaso sin consciencia de que se tratase efectivamente de la ciudad perdida de los incas. Así como el antropólogo francés Marcel Homet: este conoció, cerca de la isla de Maracá, a un jefe makú que le descubrió el camino que conducía a unas misteriosas ruinas en medio de la espesura. De igual modo un enigmático médico alemán de Hamburgo, organizador en los años veinte de una expedición a la selva tropical en la frontera entre Brasil y Venezuela: su expedición se enfrentó a una tribu de pigmeos que defendían las ruinas de unas casas de piedra. También encontraremos a James Crawford Jimmie Angel — aviador y explorador estadounidense que dio su nombre al Salto Angel, la catarata más alta del mundo, que descubrió en Venezuela en 1933 — y al piloto Rogério Prunes de Abreu — uno de los pioneros de la aviación brasileña en la región amazónica: ambos afirmaron haber visto desde lo alto, en plena selva, antiguos restos cubiertos de oro. Conoceremos a Lucas Fernández Peña, explorador venezolano y fundador de la pequeña ciudad de Santa Elena de Uairén, en Venezuela: este se encontró con una gran muralla en medio de la selva, pero fue inmediatamente ahuyentado por los indios que custodiaban la asombrosa construcción. Así también a Adolpho Brasil, prefecto de Boa Vista, capital del estado brasileño de Roraima: Apolinário, pajé ("brujo") yekuana y gran amigo suyo, lo llevó a visitar las ruinas de una gran ciudad de piedra situada no lejos de la Sierra Parima, a la que llamaba Manoa. Escucharemos además al fazendeiro brasileño Luis Pereira da Silva, conocido como «Luisão», confirmar al Autor, con todo detalle, la ubicación de los antiguos restos de El Dorado y el camino necesario para llegar a ellos. En los siglos XVI y XVII, las expediciones europeas que fracasaron en la búsqueda de El Dorado no disponían de hombres y medios suficientes para penetrar en este territorio casi inaccesible. En la actualidad, la situación medioambiental es esencialmente la misma que hace cuatro o cinco siglos, pero a diferencia de antaño, hoy se dispone de medios tecnológicos y científicos para superar las adversidades del terreno. Sacar a la luz El Dorado es materialmente posible, ya que el Autor conoce su ubicación exacta, con las coordenadas GPS precisas, y es quizá la única persona de la región que conoce la lengua y las tradiciones de los misteriosos, supuestos guardianes de Manoa. El descubrimiento de sus ruinas representaría uno de los mayores hallazgos arqueológicos de todos los tiempos, aunque la organización de una expedición conllevaría bastantes problemas logísticos debido a la difícil situación política, social y económica de Venezuela. Además, es difícil que el gobierno venezolano dé permiso para acceder a la zona donde se encuentra este yacimiento arqueológico, considerado sagrado y protegido por todos los caciques de la región, principalmente los yekuanas. Esto supondría el riesgo de un levantamiento popular entre la población indígena. Es de señalar que la calzada inca, que conduce de la selva a las ruinas de Manoa, se interrumpe en el punto donde flanquea la montaña. Las comunidades yekuanas de Venezuela lo destruyeron hace mucho tiempo para impedir el acceso. El Autor, profundo conocedor de esos lugares y de las historias que allí se esconden desde hace siglos, nos adentra en otros dos misterios sin resolver. El primero se refiere a la posible existencia de primates totalmente desconocidos para la zoología oficial, los monos antropomorfos «Supay», de los que el gran naturalista y geógrafo alemán Alexander von Humboldt tuvo noticia durante un viaje realizado a Venezuela en 1799-1800. A lo largo del tiempo, e incluso recientemente, se han producido numerosos avistamientos y hay muchas historias, difundidas entre los indios Yekuana y Sanumá, que atestiguan la existencia de estos simios, descritos como muy inteligentes pero extremadamente peligrosos. Según numerosos testimonios, que esperan una comprobación definitiva que sería sensacional, los monos «Supay» vivirían en el interior de una montaña cuajada de cavernas, situada en el antiguo Reino de Guayana de los Incas, justo en los territorios de El Dorado. Una antigua leyenda yekuana cuenta que estos monos fueron domesticados por un pueblo llamado Winao (los incas) y defenderían, ayer como hoy, el oro inca contenido en las cuevas de su montaña. También en este caso el Autor conoce la ubicación exacta, con coordenadas GPS precisas. Otra historia increíble nos transporta a la leyenda de las mujeres guerreras del río Amazonas. Su existencia real habría sido atestiguada por Gaspar de Carvajal, misionero dominico español que presenció la batalla entre los hombres del conquistador Gonzalo Pizarro y una tribu de mujeres armadas, valientes y preparadas para la batalla, a las que describió como Amazonas (1541-1542). Siguiendo e hilvanando las huellas proporcionadas por los datos históricos, los relatos de los exploradores, las leyendas de las tribus locales, los cuentos del anciano indio yekuana Vicente y las pruebas lingüísticas, Vittorio Binda nos conduce al corazón del misterio: lo más probable es que hagan referencia a la historia real de las Vírgenes del Sol ("Yuraq Aklla"), las mujeres incas de más alto rango, consagradas exclusivamente al culto religioso y consideradas como las esposas del dios Sol. Para escapar de la violencia y el exterminio de los invasores españoles, se aventuraron, en un éxodo lleno de dificultades y peligros, en la densa selva tropical hasta llegar primero a Roraima, luego a Venezuela y finalmente a la Serra do Tumucumaque, una cadena montañosa entre el actual estado brasileño de Amapá y la Guayana francesa. Poco a poco, para sobrevivir, aprendieron a luchar y a enfrentarse a sus enemigos, convirtiéndose así en guerreras valientes y experimentadas. Una pequeña comunidad de indígenas, de etnia Wajãpi, estimada en unos dos mil individuos (mil doscientos en la Guayana Francesa y ochocientos en Brasil, cerca de la Serra do Tumucumaque) y prácticamente desconocida para el mundo, podría representar lo que hoy ha sobrevivido de las gloriosas Vírgenes del Sol del pueblo inca.

VOLUMEN II: EL DORADO MINERO BREVE RESUMEN Este libro va aún más lejos que el primer volumen, ya que aquí la búsqueda de El Dorado no se detiene en los datos arqueológicos e históricos. Aquel territorio, el antiguo Reino de Guayana, era el centro minero del imperio inca, siendo rico en oro y piedras preciosas. Como se descubre página tras página en este segundo volumen, además de tratarse de El Dorado arqueológico, la región comprendida entre la reserva yanomani (estado brasileño de Roraima) y la Guayana venezolana representa un auténtico El Dorado minero. La reserva yanomani ya fue protagonista, en los años 80, de una fiebre del oro comparable, si no superior, a las más famosas de la historia, como las de California y el Klondike en el siglo XIX. El gobierno brasileño la prohibió en 1990 y desde entonces la extracción de oro continúa clandestinamente. El Autor Vittorio Binda — gemólogo de renombre internacional, uno de los mayores expertos mundiales en placers de oro, diamantes y piedras preciosas, y gran conocedor de esas zonas — logra revelar por vez primera y con impresionante precisión, mediante rigurosas coordenadas GPS, todos los principales yacimientos primarios y secundarios de oro y diamantes del Estado de Roraima y de la Guayana venezolana, muchos de ellos desconocidos para la geología oficial. Nos guía hasta lugares donde abunda el oro, a la espera de ser extraído, como al nacimiento del río Uraricoera, uno de los principales cursos de agua del Estado de Roraima, y donde probablemente se encuentra uno de los mayores yacimientos de oro primario del mundo, sin ser realmente explotado como debería por los "garimpeiros". En palabras del Autor, el Estado de Roraima posee reservas de oro que pueden estimarse en al menos 10.000 toneladas (reservas inferidas o posibles - "inferred"), mientras que para la Guayana Venezolana se puede hipotizar un potencial aurífero aún mayor, que asciende a más de 15.000 toneladas (reservas inferidas o posibles - "inferred"). El valor teórico de 15.000 toneladas de oro, a un precio nominal de 50 euros por gramo (precio medio en 2021), equivale a 750.000 millones de euros, lo que representaría el Producto Interior Bruto Nominal - PIB de grandes países como Arabia Saudí, Turquía y Suiza (Fondo Monetario Internacional - 2021). Reuniendo datos oficiales y documentos geológicos y mineros hasta ahora mantenidos en secreto y en posesión del Autor, nos enfrentamos como lectores a otra asombrosa realidad: la riqueza aurífera de la Guayana venezolana sumada a la del Estado de Roraima constituiría más del 20% de las reservas mineras de oro del mundo. Sin duda, la región más rica en oro del planeta. Un El Dorado minero que los incas, la civilización del oro por excelencia, habían ya entonces empezado a explotar y que podría, en poco tiempo, reavivar el destino de regiones económicamente deprimidas y con una población extremadamente pobre. Por ejemplo, Roraima, con los riquísimos yacimientos de oro y diamantes de su territorio, tiene todo el potencial para convertirse en una segunda California u otra Sudáfrica, impulsando la economía del Brasil hacia un auge económico sin precedentes. El «Dios Oro» ya obró en pasado el milagro, transformando California, un territorio hispano-mexicano perezoso y soñoliento, en una de las regiones más ricas de la Tierra. En Roraima puede producirse un prodigio aún mayor, ya que el potencial minero de este estado brasileño es sin duda superior al del Golden State, apelativo con el que se conoce a California. Esta obra es, por todo lo anterior, un documento único y de extraordinaria importancia debido al efecto sin precedentes que determinará en la historia y la arqueología, y por el impacto que podría tener en el futuro económico y social de enteras regiones de Sudamérica. Áreas que hasta hoy parecían destinadas a la pobreza y que, en cambio, están literalmente asentadas sobre inmensas montañas de oro y diamantes.

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Dossier Maracá

BREVE RESUMEN Este libro es un viaje inesperado a una isla de la selva pluvial brasileña: la isla de Maracá. Un lugar, desconocido para la mayoría, que custodia antiguas historias por redescubrir, tesoros ocultos y misterios por desvelar. En 1596, el explorador inglés Walter Raleigh, en su frenética búsqueda de El Dorado, publica un libro, "The Discovery of Guiana", en el que reproduce un mapa del legendario lago Parima, que se creía el emplazamiento de Manoa, la mítica ciudad del oro. En dicho plano, en el interior del lago, dibuja una isla situada frente a la desembocadura de un río que parece corresponder al Uraricoera, afluente actual del río amazónico Rio Branco. Todo apunta a que la isla representada se trate de Maracá, una de las mayores islas fluviales del mundo y un lugar con características medioambientales únicas. Pero, ¿Por qué uno de los más famosos exploradores de El Dorado, la legendaria ciudad donde se hallaban inmensas cantidades de oro y piedras preciosas codiciadas por generaciones de aventureros, dibujó el mapa de esa zona? ¿Qué buscaba allí? A esta pregunta puede responder un explorador moderno, Vittorio Binda, que ha dedicado gran parte de su vida a la búsqueda del verdadero El Dorado y los enigmas y misterios del imperio inca. En este libro, el Autor nos conduce de la mano en los secretos de la isla. Nos relata que formaba parte del Reino de Guayana, fundado por los incas, y que allí estaba en funcionamiento un importante horno para fundir oro, extraído de los ricos yacimientos de la región, según consta en el informe de Juan de Salas (1570), teniente al servicio del Gobernador de la isla venezolana de Margarita. En el centro de la isla, cerca del nacimiento de uno de los arroyos que desembocan en el Furo Santa Rosa (un brazo del río Uraricoera que rodea la parte norte de Maracá), se encuentra un rico yacimiento aurífero primario cuya localización está indicada por una serie de petroglifos incas presentes a lo largo de las riberas de ambos cursos de agua. Estos singulares grabados rupestres, que muestran el camino a seguir para alcanzar el enorme yacimiento de oro, consisten en una cavidad circular, tallada en la roca, con un pequeño relieve redondeado en el centro. La presencia inca en lo que fue un importante centro minero del imperio queda también confirmada, como revela este libro, por varios importantes hallazgos arqueológicos. En particular, en los alrededores de la isla se han sido halladas macanas de piedra y bronce, garrotes de guerra utilizados por los soldados incas. La macana consistía en un grueso disco en forma de estrella, de piedra o metal (cobre o bronce), con una perforación bicónica en el centro adecuada para sujetarlo a un palo corto de madera dura. Era el arma preferida de los pueblos andinos, que la utilizaban para destrozar el cráneo de sus enemigos. Estas fueron sacadas a la luz en los años 80 y 90 por los "garimpeiros" brasileños, los buscadores clandestinos de oro y diamantes, y algunas incluso por el propio Autor. Es así que bajo la densa vegetación amazónica, como revela el libro, se esconde un tesoro arqueológico de inconmensurable valor, tanto material como histórico. Un tesoro que puede contribuir a ampliar el conocimiento de la auténtica historia de los incas, la cual contrasta con los relatos limitados y a menudo erróneos reportados por la historiografía oficial occidental. Ayer los incas, hoy los buscadores de oro clandestinos. El oro es lo que durante siglos ha hecho tan atractivas esas tierras sepultadas por la espesa vegetación tropical y surcadas por caudalosos ríos. La isla de Maracá, debido a su situación geográfica y características mineras, ha sido y es testigo de esta historia. Lo que hoy parece, a primera vista, simplemente una tranquila estación ecológica, un lugar de estudios científicos sobre el ecosistema amazónico, es en realidad destino continuo e irrefrenable de grupos de "garimpeiros" que, desafiando a la cárcel y a los jaguares que abundan en la isla, extraen clandestinamente oro de su misteriosa e impenetrable selva. Un viejo "garimpeiro", que conocía bien este territorio, solía repetir al Autor una expresión burda pero eficaz: «La isla de Maracá es un enorme yacimiento de oro cubierto por una espesa capa de vegetación tropical». Por tanto, es bajo ese grueso estrato de vegetación que se escondería un pequeño El Dorado. Binda, uno de los mayores expertos mundiales en placers de oro, diamantes y piedras preciosas, está ahora preparado para desvelar las extraordinarias riquezas auríferas de la isla. Y lo realiza presentando en este libro mucho más que meras suposiciones: aporta un mapa metalogénico de la zona, dibujado por él y hasta ahora inédito, con coordenadas GPS precisas que indican las posiciones de los principales yacimientos de oro primarios y secundarios ("placers") presentes en esta importante estación ecológica brasileña y sus alrededores. Maracá, lugar de preciosos, y hasta ahora desconocidos, tesoros arqueológicos que confirman la presencia de los incas en este territorio del estado brasileño de Roraima, distante miles de kilómetros de la zona andina, en contraste con lo escrito en nuestros patéticos y anacrónicos libros de historia precolombina. Un paraíso que, a su vez, esconde en sus entrañas inmensos yacimientos de oro, hasta ahora sólo mínimamente explorados y explotados. Éstas, y otras muchas, son las revelaciones que hacen del "Dossier Maracá" un libro destinado a reescribir la historia de ayer, aquella precolombina, y a conmocionar al mundo de hoy, su economía y su política.

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El Código Pakasqa
La escritura secreta
de los Incas

BREVE RESUMEN La existencia de una escritura secreta de los incas, El Código Pakasqa, es por vez primera revelada al mundo por Vittorio Binda, el último amawta (amauta) en vida. El diccionario compilado por El Autor, debido a sus implicaciones, está llamado a ser el acontecimiento arqueológico más importante de todos los tiempos y a revolucionar la historia precolombina. Los libros de historia nos hablan de un imperio, el Inca, sin escritura. Característica esta, que la historiografía oficial ha determinado como supuesto signo de inferioridad frente a las civilizaciones europeas «avanzadas» de la época. Conocemos los quipus, un complejo sistema de comunicación, formado por cuerdas y nudos, que permitía almacenar todo tipo de datos: administrativos, temporales, genealógicos, históricos, religiosos, etc. También el idioma (familia lingüística) hablado por esta población es conocido: el quechua, con sus numerosas variantes regionales. Sin embargo, durante medio milenio se ha desconocido un hecho: los incas tenían su propia lengua escrita pictográfica-ideográfica. Se trataba de una escritura compuesta por miles de símbolos incisos en rocas de gran dureza y durabilidad, como el granito, la andesita y la diorita. En su mayoría eran símbolos logográficos semánticos o ideográficos, es decir, expresaban tanto un significado (una idea o concepto) como su área semántica. Estos ideogramas tallados en piedra representan un tipo muy particular de arte rupestre, destinado a perdurar durante siglos, con características completamente diferentes a las de otros tipos de petroglifos presentes en el mundo. Sorprendentemente, estos singulares grabados rupestres sólo se encuentran en tres continentes: Sudamérica, Norteamérica y Oceanía. ¿Cómo es posible? ¿Quién los hizo? ¿Y cuál era su función? Tras décadas de investigación y sensacionales descubrimientos, Vittorio Binda está ahora listo para responder a todas estas preguntas. Ha logrado descifrar el significado de este sistema de escritura, recopilando en el Diccionario cientos de símbolos primarios y secundarios. Esto nos permite conocer su funcionamiento básico y aprender el significado de un considerable número de ideogramas. El reconocimiento por parte del Autor de la función militar del Código Pakasqa, es un aspecto central. La enorme cantidad de datos grabados sobre miles de rocas diseminadas por América y Oceanía — ésta es su conclusión — hubiera proporcionado a los futuros gobernantes incas una válida ayuda para ampliar las fronteras del Tahuantinsuyo, es decir, del imperio. De hecho, el ejército inca, al llegar a un país extranjero, procedía a una exploración exhaustiva del territorio y al grabado de una serie de petroglifos en las piedras del lugar, los cuales debían servir a posibles futuras expediciones militares. Los símbolos incisos tenían la misión de informar detalladamente a las tropas sobre la situación de la región para facilitar la posible conquista. Las rocas contenían información sobre los habitantes del lugar (número y grado de peligrosidad) y sobre las posibilidades para el aprovisionamiento de alimentos y materiales; también informaban sobre el contexto geográfico, medioambiental y climático y de la presencia de fuentes de agua como ríos y lagos, así como de la existencia de lugares seguros con defensas naturales: mesetas en lo alto de montañas escarpadas, zonas rodeadas de ríos, valles ocultos entre altas montañas, etc. De este modo se crearon mapas temáticos precisos del lugar explorado. Mapas que, al mismo tiempo, eran físicos, demográficos y geopolíticos, y que hoy sorprenden por su precisión. La identificación e interpretación de Vittorio Binda de los petroglifos de origen inca en América y Oceanía, sacude hasta sus cimientos los conocimientos históricos hasta ahora adquiridos y difundidos por escuelas, universidades, literatura y filmografía. Siguiendo los petroglifos incas, y gracias a su correcta lectura posibilitada por este Diccionario, es viable llegar con absoluta certeza a relevantes afirmaciones históricas: el imperio inca se preparaba — con puestos de avanzada militares (mitimaes militares) en las actuales Guatemala, El Salvador y Honduras — para la invasión de Centroamérica y del imperio azteca, posibilidad esta que se desvaneció tras la inesperada y dramática llegada de los conquistadores españoles; el verdadero descubridor de las tierras de Oceanía, mucho antes que los navegantes y exploradores europeos, fue Túpac Inca Yupanqui, décimo Inca del Cusco y segundo emperador del Tahuantinsuyo; los incas fundaron, en el corazón de la impenetrable selva venezolana, el Reino de Guayana, con capital Manoa, el verdadero y único El Dorado; expediciones exploratorias incas llegaron a Norteamérica y probablemente incluso hasta Alaska. Con este Diccionario, Vittorio Binda nos proporciona una herramienta científica única que contribuye a reposicionar la verdad al centro de la historia. Y nos restituye, en toda su grandeza y esplendor, la epopeya de un gran pueblo, el de los "Hijos del Sol", la mayor civilización del Nuevo Mundo y una de las más extraordinarias jamás existidas en la historia de la humanidad.

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